Leyenda urbana...

Una pareja recibió una invitación para una fiesta de disfraces, y la mujer empezó a buscar disfraces para ambos. La noche de la fiesta la mujer tenía un dolor de cabeza tan horroroso que le dijo a su marido que lo único que quería hacer esa noche era tomar dos aspirinas y meterse en la cama. Él no tenía porque perder la oportunidad de pasar un buen rato así que se puso su disfraz y se fué. Tras dormir una hora la mujer se despertó sin rastro del dolor. Puesto que no eran más de las nueve, decidió ir a la fiesta. Como su marido no sabía qué disfraz iba a llevar, se le ocurrió que no estaría mal ir por sorpresa y observar cómo se comportaba su marido sin ella delante. En cuanto llegó a la fiesta, lo primero que vió fue a su marido pasándolo en grande en la pista de baile, coqueteando con una monada y con otra, tocándolas ahora aquí, ahora allá. La mujer se le acercó y él abandonó a las jovencitas con las que estaba flirteando y dedicó toda su atención al nuevo especimen que acababa de aparecer. Ella le dejó propasarse hasta donde quiso y cuando el le susurró una proposición, ella aceptó y salieron a uno de los coches, etcétera, etcétera... Justo antes de media noche, la hora de desenmascararse, la mujer se escabulló y regresó a su casa. Cuando el marido volvió, fue directamente a ver como se encontraba su mujer, que le preguntó que tal lo habia pasado. Él contestó: "Bah, lo de siempre. Ya sabes que yo no lo paso bien si no estás conmigo" Y ella dijo: "¿Has bailado mucho?". Y el contestó "Pues, no he bailado nada. Cuando llegué me encontré a David, Luis y a otros que también estaban de rodriguez, y decidimos irnos al estudio a jugar al poker. Pero te puedo asegurar una cosa: ¡El tipo al que le dejé el disfraz, sí que se lo pasó como un enano!"